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La mañana de esta conversación Ángel González acababa de cumplir 81 años. Había dejado de escribir poesía porque no quería repetirse a sí mismo. No decía la verdad. Escribió hasta el final y la prueba es que el pasado mes de mayo se publicó Nada grave (Visor), un poemario póstumo que recoge 27 poemas inéditos del asturiano. Todos son tristes, pesimistas; a lo mejor por eso a Ángel González no le gustaba hablar de ellos. No estaba dispuesto a aguar la fiesta a nadie. Ya se sabe que los ángeles sólo nos traen buenas noticias. Sentado en una mesa del bar Kontiki, debajo de su piso en Madrid, ciudad a la que regresaba cada año desde Alburquerque -donde vivía desde el 74- como un joven ansioso de pasárselo en grande, Ángel González poseía la serenidad de un reo inocente. La vitalidad juvenil permanecía vigente en el poeta, aunque ahora -en los últimos años- disfrazada de señor mayor, de hombre sencillo, de maestro retirado y con barba. Era el poeta más importante de la generación del 50, el dueño de una voz esencial para entender la poesía española del último siglo, y sin embargo tenía el aspecto irónico y despreocupado de quienes no tienen nada que perder y viven su vida sin rencor, sin prisa y sin nostalgia. Muchos de sus viejos amigos habían muerto, pero Ángel los había conocido nuevos y más jóvenes. Junto a ellos seguía bebiéndose la vida lentamente, whisky a whisky, como si siempre fuera día de fiesta y la muerte solamente una broma al final del camino.

Fuma usted mucho…

El tabaco supone para mí una especia de salvación. Sé que es muy malo, pero lo necesito. Me quita tensiones, me tranquiliza. Fumo desde los 13 o 14 años.

¿Por qué ha dejado de escribir?

A veces un poeta ha dicho todo lo que tenía que decir, no tiene ideas nuevas y se va a repetir, probablemente para peor. Se puede eliminar esta etapa.

¿El poeta es alguien que se salva a sí mismo en su obra?

La poesía puede ser una forma de salvarse. Sirve para librarse de los problemas personales, para verlos con distancia y sacarlos de uno mismo.

¿Cree que usted podría haber sido otra cosa que poeta?

Creo que pude haber sido músico, pero para eso se necesitaba una formación especial que no tuve. Tocar algún instrumento… La guitarra la toqué de pequeño porque era lo único que había en casa, me la compraron de niño. También me gusta cantar rancheras y boleros.

¿Escribir un poema se parece a un orgasmo, como dice usted en un poema?

Es pura literatura. Aunque cuando se está escribiendo un poema con fortuna, o al menos uno lo cree así, sí se produce una emoción intensa, casi erótica.

Jean Cocteau dijo que el poeta es un mentiroso que siempre dice la verdad…

Es cierto. El poeta es un fingidor, finge lo que siente de verdad…

¿Sigue siendo un noctámbulo?

La noche tiene una vida diferente, donde suceden cosas que no pasan de día. Tiene un especial encanto para mí.

¿La poesía puede cambiar el mundo o sólo es una manera de consolar al lector?

Puede influir. La poesía, el arte en general, cambia nuestra visión del mundo, nos lo presenta de otra manera, con otra luz. Si cambia nuestra visión del mundo, en cierto modo, muy lejano, lo estamos cambiando.

¿Le gusta esta época?

Sí, está llena de cosas buenas y nuevas. Pero, claro, el mundo es un desastre, y eso no me gusta.

¿Le ha decepcionado España alguna alguna vez?

Quizás nunca me ha decepcionado, porque nunca puse grandes ilusiones en ella. Soy muy poco patriota. Me siento español, me gusta mi país, pero patriota, en el sentido más usual de la palabra, no lo soy.

¿Qué es la patria para usted?

El idioma, la infancia… Todo ese conglomerado de experiencias lingüísticas, vivencias infantiles y hábitos. No sé quién decía que uno es de donde hace el bachillerato.

¿Cómo ve ahora el país cuando regresa de Estados Unidos?

Ha mejorado mucho en los últimos años. Es completamente distinto al de mi juventud, mucho mejor, mucho más libre y mucho más rico.

¿Cuál es la etapa de su vida que recuerda con más cariño?

La etapa de la juventud es la que recuerdo con más nostalgia. Aunque el país no se lo mereciera entonces, la juventud sí se lo merecía. Las ilusiones, las ganas de vivir… Con el tiempo uno va perdiendo la curiosidad, va perdiendo el interés por las cosas y entendiéndolas peor. Después de tantos años, me encuentro con un país que no es el mío, que ha cambiado muy rápidamente. Me encuentro con un mundo que no acabo de entender bien.

¿Cómo ve la sociedad estadounidense?

Es tan contradictoria y tan rara que todo lo que se diga de ella es cierto. En el caso de la educación, tengo la impresión de que los estudiantes, al menos de Humanidades, saben muy poco en general, lo que no quiere decir que no haya gente brillante.

¿De joven le preocupaba la posteridad?

Es una palabra demasiado grandilocuente. Aunque no soy un hombre demasiado seguro de mí mismo respecto a la escritura, me interesaba publicar y que el libro no cayese en el vacío.

¿Vislumbra el nacimiento de una nueva generación excelente de poetas?

La generación de Luis García Montero tiene poetas muy valiosos, y bastantes. Entre los jóvenes es cierto que abundan más los malos poetas que los buenos.

¿Qué grado de importancia tiene la poesía en el mundo?

Los poetas tienden a exagerar su papel en la sociedad. Pero el arte sí es importante, y la poesía es una forma de arte.

¿La poesía es para usted una necesidad?

Cuando escribo poesía lo hago por necesidad. Tienes algo dentro que quiere salir y formalizarse. También quieres explicarte a ti mismo algo que no entiendes.

¿Ha logrado explicarse a sí mismo?

Algunas cosas sí.

¿La realidad defrauda?

Sí, pero hay que levantarla.

ANEXO: PALABRAS CLAVE

Amistad

Poca gente habrá oído hablar mal alguna vez de él. Su gran amigo y sucesor, Luis García Montero, dice que “cuando ángel se va, cualquier ciudad se queda sola, más hostil y desamparada”.

Este mundo no lo acabo de entender. Todo ha  cambiado, ha muerto mucha gente, claro que a cambio ahora tengo amigos nuevos. Eso me mantiene vivo.

En los últimos años había pasado a formar parte de su cuadrilla artistas y escritores como Almudena Grandes, Joaquín Sabina o Alfredo Bryce Echenique.

La compañía, los amigos, estar con otros, es muy importante. La soledad, como no sea por una razón personal muy buscada, es mala compañía.

Generación

A la generación del 50 también la bautizaron en su momento como la generación del alcohol porque a los poetas del grupo les gustaba empinar el codo. Aquellos jóvenes, hijos de la Guerra civil, estaban llamados a reinventar la poesía española.

Éramos amigos que hablábamos de todo, no sólo de literatura. Coincidimos gente muy divertida e inteligente, como Carlos Barral o Jaime Gil de Biedma.

Ánel González y Gil de biedma -fallecido en 1990- formanla pareja de oro de su generación. Igual que el asturiano, Jaime dejó de escribir deliberadamente.

Nos reuníamos a diario y hablábamos a veces de poesía, pero más de política o de cosas más frívolas, de la vida cotidiana.

Libertad

José Saramago siempre tenía en su casa de Lanzarote un libro abierto. Era un ejemplar de Áspero mundo, el primer libro de Ángel González, escrito bajo la sombra amenazante de la dictadura.

Me sentía sin esperanza en mi vida personal, pero con convencimiento de que las cosas iban a ir mejor para nosotros, para el mundo.

El eurodipuado Antonio Masip es el albacea del poeta, además de un antiguo amigo. “La lucha antifranuista generó una corriente de solidaridad e intimismo. Ángel González es el moralista del siglo XX”, afirma.

El poeta no es un ser diferente. Es un tipo que tiene esa habilidad para verbalizar las cosas, como los poetas la tienen para reproducirlas.

Vocación

Nació en Oviedo en 1925, pero la vocación llegó muchos años después, cuando una tuberculosis le obligó a guardar reposo durante tres años. De esta manera llegaron a sus manos los primeros libros de poesía. Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Neruda…

Así creció en mí el deseo de hacer algo parecido.

Estudió Derecho y Periodismo, fue funcionario público y también profesor en la Universidad de Nuevo México hasta 1994, pero jamás pudo dejar de escribir poesía, aunque en los últimos años lo intentó.

Yo creo que los poetas requieren cierto tipo de personalidad o de talento, y con eso se nace, pero luego hay que demostrarlo.