El astronauta Pedro Duque, durante su misión en el Discovery en 1998. | NASA

Fuera de sus trajes, aquí abajo, se parecen mucho a nosotros. Los astronautas también duermen en camas, se casan, tienen hijos, y aunque han viajado más allá de esa bóveda azul que el resto de los seres humanos miramos todavía con un asombro antiguo, tampoco tienen ni la idea más remota, como nosotros, de si Dios, en realidad, existe. Nos parecemos mucho, sí, pero se nota, cuando empiezan a hablar, que tienen la cabeza en otra parte, que están enganchados por una especie de cordón umbilical invisible a una imagen: “La imagen visual de la Tierra desde allí arriba, el horizonte curvo, el cielo siempre negro y el borde de la atmósfera”. A Pedro Duque se lo han preguntado más de mil veces, pero teniendo en cuenta que en la historia sólo han existido 449 como él, uno no puede resistirse a preguntarle a un astronauta qué es lo más impresionante del espacio exterior. Y Pedro Duque responde, despacio, aprovechando cada oportunidad en la conversación para lamentar la falta de inversiones de Europa en los programas espaciales: “A nosotros ésa es la imagen que se nos queda al orbitar alrededor de la Tierra. Como a la Luna sólo han ido los americanos, los demás no tenemos esa imagen imborrable que se les debe quedar a ellos al verla desde tan lejos”.

El primer y único español que ha viajado al espacio -lo hizo en 1998, a los 30 años y a bordo del transbordador Discovery, aunque regresaría al espacio cinco años después- no pronuncia una sola palabra de más ni una de menos. Cada frase que sale de su boca parece que ha pasado por un exhaustivo protocolo mental que distingue, en un instante, lo que se puede decir de lo que no se puede porque no se conoce o porque no se debe. Tal vez esto tiene que ver con el hecho de que en su profesión la perfección es lo mínimo que se exige a la personas. Lo que no duda en afirmar tajantemente el astronauta de 46 años es que “antes de decir que algo es imposible, mejor es callarse la boca”.

¿Que tú viajes a la Luna está dentro de lo factible?

No creo que haya ningún astronauta que estando en condiciones buenas se vaya a negar a un viaje así. Pero seguramente con los niveles actuales de inversión se tardará muchos años en regresar, y yo no voy a estar aquí para siempre.

¿Por qué Europa no apuesta tan fuerte como EE.UU. por la conquista del espacio?

Los presupuestos gubernamentales asociados a los programas espaciales están bajando en los países occidentales, y en cambio se está empezando a notar el empuje de países emergentes tecnológicamente, como China y La India. No está tan lejos el momento en que las curvas se crucen, que la inversión en tecnología de estas naciones sea más alta que la de Europa. Y en algún momento ocurrirá que supere también la de EE.UU.

Aún conserva en los ojos la misma luz brillante que aquel joven que se convirtió hace más de 10 años en el primer español en el espacio. No obstante, el camino hasta aquí no ha sido nada fácil. Pedro Duque se licenció como ingeniero aeronáutico con una nota media de 10, y para convertirse en astronauta de la ESA tuvo que competir con más de 6.600 aspirantes. Si los extraterrestres viniesen de visita a la Tierra, Pedro Duque es el tipo de persona que uno elegiría para salir a recibirlos como embajador de este planeta.

¿Estamos solos en el Universo?

Yo creo que lo más probable es que nunca haya venido a la Tierra ningún ser de otro planeta. Porque habría saludado y habría dejado muestras más claras. Lo que hay que descubrir es si hay o no hay seres vivos, primero, y seres inteligentes, después.

¿Crees que la NASA ha ocultado información sobre OVNIS?

Eso es completamente falso, y lo sé desde dentro. De las 450 personas que han estado en el espacio, he hablado con la mitad. Ninguno dice que haya visto nada. Me parece una muestra verdaderamente significativa.

¿Cuál es el límite del ser humano en la exploración espacial?

Viajar a otros planetas es posible, aunque tardaríamos muchísimo tiempo, y eso nos supone una serie de inconvenientes. Viajar más deprisa también es posible; todavía no se ha desarrollado el tipo de propulsión que necesitamos, pero se sabe cómo hacerlo. Eso sí, hay dos cosas que no se ha demostrado que se puedan cambiar. La mayor velocidad a la que se puede viajar es 300.000 kilómetros por segundo, y la vida de las persona no puede ir mucho más allá de los 100 años. Eso te da un radio de lo que puede hacer una persona.

¿Físicamente, qué se siente en el espacio?

Desde el punto de vista de la física estar en el espacio es exactamente lo mismo que caerse. Cuando te despiertas por la mañana siempre tienes unos momentos de desconcierto porque uno se despierta todos los días cayéndose. Hay un bajón más o menos a los tres meses. Es normal que al vivir, comer y dormir en el trabajo llegue un momento que te hartes. Lo que pasa es que al espacio se manda gente muy entusiasta y eso no pasa al a las primeras de cambio día sino mucho más tarde.

¿En la actual carrera espacial, prima el egoísmo de las naciones o el interés general por el conocimiento?

Hay un componente bastante grande de interés nacional en tener dinero en el espacio. Como dijo en el año 2007 el administrador de la NASA, Michael Griffin, hemos pasado de tener en el espacio una carrera político-militar, en los años 60, a tener una carrera económica. En el caso de hacer ciencia en el espacio, sería necesario poner alguna parte de los recursos de la Estación Espacial Internacional al servicio de los científicos de otros países que no sean participantes en la estación.

En el espacio siempre hay tanto que hacer que no se puede pensar en otra cosa. Sólo un ejemplo. En su segunda misión espacial, en 2003, cuando viajó a la Estación Espacial Internacional (ISS), Pedro Duque se encargó de llevar a cabo un total de 25 experimentos a lo largo de diez días. En el espacio, entonces, no hay tiempo para deliberaciones ontológicas: “Para eso habrá que esperar a que la gente que vaya al espacio tenga poco trabajo, que es cuando surjirán reflexiones y se escribirán libros que no se hubieran podido escribir en la Tierra”. Su viaje a la Estación Espacial Internacional también representó el regreso del ser humano al espacio después del catastrófico accidente del transbordador Columbia. Las cosas siempre pueden salir mal, pero eso a un astronauta no le asusta: “Yo he tenido la suerte de llegar en un momento en que la tecnología estaba bastante asentada, pero lo que hacemos está cerquísima de la barrera de lo imposible, y un accidente como el del Columbia nos pudo haber pasado a nosotros”. Lo que sí le impresiona a Pedro Duque es el tamaño del Universo. “Cuando uno empieza a hacer la cuenta de lo grande que es, asusta; decir que somos la última gota, de la última ola, del inmenso océano cósmico se queda corto, hay que multiplicar por mil millones tres veces hasta llegar hasta el número de planetas que podrían existir”.

Pedro Duque habla sobre el espacio como si se tratara del jardín de su casa. Si tuviera que elegir un pintor español para pintar la Tierra desde más allá de la atmósfera el astronauta se quedaría con un especialista de la luz como Joaquín Sorolla. Pero la belleza del espacio no es tan importante para él como la certidumbre de saber dónde estás, “la admiración de la tecnología y de lo que hemos conseguido hacer”. “No creo que haya que caer en el error típico de los que supuestamente saben de tecnología y dicen que otras tecnologías nunca serán posibles, como ocurrió incluso cuando llegaron los trenes; había mucha gente que decía que al sobrepasar los 50 kilómetros por hora el cuerpo humano no lo aguantaría y los pasajeros caerían enfermos.”, apunta el madrileño. Como dijo Arthur C. Clarke, su escritor de ciencia ficción favorito, “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, y el hombre que vino del espacio estará siempre preparado para el siguiente truco espacial: “Hay que dejar siempre la puerta abierta a que todo es posible”.

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