La ideología que sustenta Wikileaks, Pirate Bay o el BitcoinCuando llegó a París diciendo que era comunista, a Lucio Urtubia, el albañil navarro que estuvo a punto de hacer quebrar el banco estadounidense Citibank en los 70 después de falsificar 200.000 cheques de viaje para financiar la lucha armada de varios movimientos de izquierda latinoamericanos, sus colegas, entre ellos Albert Camus o André Breton, le dijeron que era anarquista: “Yo no lo sabía”.

Hoy, la aldea global está plagada de criptoanarquistas que probablemente nunca hayan oído hablar de una palabra que designa una ideología minoritaria que, sin embargo, está detrás de algunos de los hitos más relevantes de la historia reciente de la red, desde el bitcoin y su paraíso de droga en el ciberespacio, Silk Road; pasando por Wikileaks y el caso Edward Snowden, hasta el auge de la transmisión de archivos mediante P2P y su manifestación más popular, la piratería, en este caso fuera de la ley.

Como en cualquier ideología, también hay criptoanarquistas buenos y malos. No obstante, resulta interesante comprobar cómo todos están siendo perseguidos por motivos distintos, en algunos casos con razón. En otros, de carácter político, se está produciendo una caza de brujas

En una reciente entrevista en Wired a Patrick Byrne, el mesías del bitcoin, CEO de Overstock, uno de los mayores minoristas del mundo de la criptomoneda, con ventas anuales de 1,3 mil millones de dólares, el editor Cade Metz lanzaba una reflexión similar a la que se encontró en París Lucio Uturbia: “Probablemente es un criptoanarquista, pero todavía no lo sabe”.

El mercado negro de Silk Road es reprobable, pero el sistema monetario basado en bitcoin sobre el que está fundado no, como tampoco lo son los objetivos de Wikileaks. Lo mismo ocurre en el caso de la distribución de copias protegidas con derechos de autor, una actividad delictiva, todo lo contrario que la legítima transferencia de archivos por redes peer to peer.

Como en cualquier ideología, existen criptoanarquistas buenos y criptoanarquistas malos. Sin embargo, resulta interesante comprobar cómo todos están siendo perseguidos, en algunos casos por cuestiones políticas, en ejercicio de una caza de brujas caracterizada por el abuso de poder.

Consecuencias reales

El origen del criptoanarquismo es virtual, pero no es un fenomeno irreal. Las consecuencias de las acciones inspiradas por esta ideología tienen consecuencias muy reales: away from keyborard, como se refieren a la vida real en jerga hacker. Que se lo pregunten a Ross Ulbrich, criptoanarquista de manual: el hijo perfecto que creó un imperio de la droga en internet ahora se enfrenta a una cadena perpetua, acusado de cuatro cargos relacionados con el narcotráfico y el blanqueo de dinero.

El juicio a los fundadores de The Pirate Bay, el buscador de torrents más popular del mundo, ha sido uno de los acontecimientos más relevantes de los últimos años en Suecia. Cada uno de ellos fue condenado a un año de cárcel y a pagar una multa de 905.000 millones de dólares. Sus declaraciones durante el juicio, muchas recogidas en el documental lanzado por The Pirate Bay el año pasado, no tienen desperdicio: demuestran un desprecio implacable por las reglas del juego del sistema, más allá del estilo mainstream de Kim Dot Com.

En la actualidad, Gottfrid Svartholm Warg, uno de los fundadores, se encuentra en prisión preventiva en Dinamarca acusado de un delito de piratería informática por haber atacado a una empresa que alojaba registros policiales, entre ellos los de los carnés de conducir y los números de identificación personal.

Mientras Edward Snowden permanece escondido en Rusia, nación que le ha concedido un asilo político temporal; Julian Assange cumplió el pasado lunes 600 días recluido en la embajada de Ecuador en Reino Unido

Por su parte, Edward Snowden y Julian Assange, criptoanarquistas de perfil político, abandorados de la libertad de expresión y la defensa de la privacidad en internet frente al Gran Hermano, no han corrido mejor suerte. Mientras el norteamericano permanece escondido en Rusia, nación que le ha concedido asilo político temporal; el australiano cumplió el pasado lunes 600 días recluido en la embajada de Ecuador en Reino Unido, donde se refugió para evitar ser extraditado a Suecia y luego a EEUU.

Sus relatos son los más conocidos, pero la historia reciente de internet está llena de criptoanarquistas que terminaron mal. Si en lugar de observar aisladamente los hechos, dibujamos un mapa con los casos más importantes vinculados al hacktivismo en los últimos años veremos que el perfil de sus protagonistas comparte el patrón del criptoanarquismo.

Por ejemplo, el caso del periodista británico Barrett Brown, que el pasado 24 de enero cumplió 500 días encerrado en una cárcel federal, a la espera de un proceso judicial que comenzará en septiembre por haber denunciado el proyecto Team Themis, revelando los vínculos entre las empresas de seguridad privadas y el gobierno de Estados Unidos. O el de Aaron Swartz, el joven hacktivista que se suicidó en extrañas circunstancias en 2013 después de haber sido detenido por publicar documentos secretos del MIT y de la Corte Federal de los Estados Unidos.

De la teoría a la práctica

Como cualquier ideología, el criptoanarquismo tiene su propio manifiesto. En este caso, el Cyphernomicon, un texto publicado en 1994 por Timothy C. May, aunque existen varias actualizaciones, la última de 2011. En este documento se define el criptoanarquismo rescatando la acepción propuesta por el escritor de ciencia ficción estadounidense Vernor Vinge, quien lo describe como la realización ciberespacial del anarcocapitalismo, una ideología con mayor recorrido histórico.

En esencia, el ideario del criptoanarquismo defiende la libertad del individuo en la red, abogando por el uso de cualquier tipo de herramienta criptográfica para eludir las injerencias de la justicia o del Estado.

Ross Ulbrich, ahora en la cárcel por haber creado un imperio de la droga en Silk RoadRoss Ulbrich, ahora en la cárcel por haber creado un imperio de la droga en Silk Road

El bitcoin (y el resto de monedas virtuales) es, de momento, la capilla sixtina del criptoanarquismo. Su irrupción ha generado realidades impensables hace un lustro, desde la fundación de un país real en Japón que ha adoptado el bitcoin como base de su sistema financiero hasta la instalación de cajeros de bitcoin a pie de calle. Más importante, un mercado que mueve cientos de millones de dólares.

Precisamente, uno de los últimos criptoanarquistas confesos está relacionado con las armas de fuego. Su nombre es Cody Wilson, pero es más conocido por haber creado Liberator, la pistola reproducida con una impresora 3D cuyos planos difundió de forma libre en la red
La red anónima Tor, donde opera Silk Road, es otra gran obra criptoanarquista. En origen, sus objetivos tienen que ver con la defensa de la privacidad de los usuarios en sus comunicaciones virtuales, pero es cierto que la deep web, quizás porque el usuario medio no está técnicamente preparado para utilizarla, ha sido tomada por actividades como la difusión de pornografía infantil y el tráfico de drogas o de armas. En cualquier caso, jamás habían existido tantas aplicaciones basadas en criptografía para preservar la privacidad del usuario. Y el porvenir del mundo depende de una tecnología con aplicaciones criptográficas: la computación cuántica.

Uno de los últimos criptoanarquistas confesos también está relacionado con las armas de fuego. Su nombre es Cody Wilson, pero es más conocido por haber creado Liberator, la pistola reproducida con una impresora 3D cuyos planos difundió de forma libre en la red. Considerado por la revista Wired como una de las quince personas más peligrosas del mundo para el sistema, en 2013 lanzó un monedero bitcoin.

Si hablamos de P2P, la piratería representa el extremo del criptoanarquismo en el ámbito de la libre circulación de información. Contra esta tendencia, en todo el mundo está surgiendo un ecosistema de startups basadas en esta tecnología que están captando parte del negocio en sectores tradicionales como la banca, campo donde destaca una empresa emergente española, Kantox, especializada en transferencia de divisas por redes peer to peer.

Hacia el ciberutopismo

Las acciones de ciberespionaje de la NSA y el resto de ejércitos electrónicos de las primeras potencias del mundo serían una especie de criptoanarquismo de Estado, del que habrían desertado tanto Edward Snowden como el soldado Bradley Manning, responsable de la mayor filtración de la historia de Estados Unidos.

En el caso de Wikileaks, la plataforma defendida por Baltasar Garzón también está relacionada con el ciberutopismo, ideología cercana al criptoanarquismo en el ámbito de la libertad individual y la información abierta. Su ideario es menos individualista, apostando por la acción conjunta de la sociedad civil en internet. De hecho, el ciberutopismo está presente en los movimientos sociales más mediáticos de los últimos años, desde la primavera árabe, pasando por el movimiento 15 de marzo español, hasta el Ocuppy Wall Street estadounidense.
En España, el Partido X, lanzado el año pasado, también encaja dentro de esta corriente ideológica que concibe la gestión del Estado mediante la participación de los ciudadanos en las decisiones de gobierno por vías telemáticas. Si el pensamiento criptoanarquista se desarrolló en los canales underground de la red, el ciberutopismo, del que existen reminiscencias en el origen del movimiento zapatista, debe su éxito al boom de las redes sociales.

Parece que el sistema no teme al ciberutopismo. Sus acciones más molestas, con eco en el mundo real, como las manifestaciones espontáneas, son fáciles de desactivar mediante leyes preventivas, al estilo de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana que se está debatiendo en España, y que ya ha merecido el calificativo de ley mordaza por su imposición de un sistema de multas, también en internet.

El criptoanarquismo resulta más temible porque es imprevisible, depende de la técnica y toca el corazón del sistema. Como dice el punto diez de la Declaración de independencia del ciberespacio, otro clásico criptoanarquista, escrito en 1996 en protesta a la Ley de Telecomunicaciones en Estados Unidos: “Aquí no hay materia. Nuestras identidades no tienen cuerpo, así que, a diferencia de vosotros, no podemos obtener orden por coacción física”.